viernes, 24 de febrero de 2012

ecología humana (Primera aportación de la primera jornada)

Durante el debate y la discusión hemos observado una visión común entre todos nosotros y es que en esta sociedad las ciudades tienden a ser cada vez aglutinadoras y tenemos a nuestro alcance vías de comunicación impensables hace menos de cincuenta años. Sin embargo la sensación de soledad y aislamiento crece con el número de personas que nos rodean. El desarraigo social y el egoismo autoencerrado se han convertido en el estado natural del homo urbanus.

Es cierto que el debate no ha sido concluyente entre las visiones que consideraban que la ciudad como elemento deshumanizador podría ser rehumanizado, con una visión similar a la de ruralización urbana de Ildefonso Cerdá allá por la Barcelona del siglo XIX. Sin embargo esta visión distaba de ser global ante la visión “científica” de aquellos que veían en el éxodo urbano como intento de alteración de las superestructuras que han generado ese desarraigo social.
Lejos de querer dar la solución absoluta al problema de la ecología humana óptima, más social o más rentable energéticamente, me interesa el punto referente a la pérdida de un entorno sociable en las sociedades avanzadas, un individualismo dañino[aunque no todo individualismo sea dañino]  que lleva al desarraigo de la persona, que no siente su lugar en la sociedad más que como un mero engranaje no autónomo. Esta situación, comentábamos, evitaba que en las ciudades fueran factibles estructuras cooperativistas al no existir lazos humanos, cuestión que no comparto, pues la situación urbana genera un mayor abanico de posibilidades a la hora de construir cooperativas, y por tanto una mayor autonomía a la hora de decidir cual será nuestra aportación al entramado productivo social.
El problema proviene de la seguridad, tenemos miedo al cambio, somos conservadores del status quo, tendemos a sobrevivir. Estamos acostumbrados a una situación en la cual nuestros miedos e inseguridades están cubiertos por un estado del bienestar. Sin embargo, ante la queja generalizada de las deshumanizaciones y desocializaciones urbanas pocos de nosotros ponemos de nuestra parte. -”No conozco a mis vecinos” -¿Has intentado conocerlos?”. La cuestión está ahí, no podemos pretender cambiar una situación símplemente mediante la queja y la rabia, no podemos llorarle a Papa Estado para que nos ayude con nuestra socialización. Si prentendes que la sociedad cambie, si pretendes cambiar tu entorno, empieza por cambiarte a ti mismo, pasa a la acción, conoce a tus vecinos y no te quedes esperando a que la Seguridad Social oferte un nuevo servicio de búsqueda de amistad. No puedes pretender que el sistema se cambie a si mismo.
Considero necesaria esta rehumanización al pensarala imprescindible para generar un entramado más interactivo y eficiente. Un entorno colaborativo, que es consciente de los problemas de su alrededor y coopera para solucionarlos es capaz de avanzar como sociedad y de producir mayores beneficios, tanto para el conjunto de su sociedad como para generar una mejora evolutiva tecnológica en un mundo donde existe ya el repositorio absoluto de información: internet, que puede ser capaz de dinamitar las estructuras oligopolistas del capitalismo.
Y por qué surge la idea de la cooperativa como medio de gestión productivo para el cual es necesaria una interacción social absoluta parece un hecho prácticamente trivial, pues es evidente que mediante el empoderamiento del tejido productivo por parte de los trabajadores las empresas pasan a tener una estructura democrática, donde cada individuo puede ser autónomo, independiente, libre, la democracia en la empresa trae la democracia definitiva, económica, como adquisición definitiva del poder sobre las cosas y creando unas estructuras donde las personas trabajan juntas, se ayudan y enriquecen colectivamente y no están sometidas a la arquitectura de poder que supone la empresa jerarquizada y el asalaramiento.
Entonces la cuestión es, si está tan claro que las estructuras de producción y socialización pueden cambiar, y es tan fácil como liberarnos a nosotros mismos de una de las estructuras de poder existentes que es la empresa mediante el empoderamiento cooperativo, ¿por qué no empezamos ya? No es necesario un cambio global, los cambios se suceden mediante evoluciones, progresivas aceptaciones de que el modelo que estamos empleando es válido, funcional, cálido y humano. No podemos quedarnos en nuestro sillón esperando a que la ciudad se socialice con nosotros, si queremos ser radicales, si queremos que las situaciones cambien, hay que tomar las riendas de nuestro propio entorno. Conocer a la gente que nos conoce y socializarnos con ella, buscar apoyos, entornos afines, gente con la que compartir nuestra necesidad de aportar algo al tejido productivo y, por tanto, a las necesidades de la sociedad en su conjunto, ser un engranaje útil, inteligente y, sobretodo, crítico.
En estos casos siempre suelo recomendar la lectura del no muy conocido por extraño, esotérico y bizarro Zonas Temporalmente Autónomas, de Hakim Bey, del que podemos extrapolar ideas básicas como que un conjunto de individuos es capaz de generar entornos libres, donde vivir en situaciones comunitarias e independientes aunque las ficciones sociales existan, pues la forma de conseguir cambiar la desocialización y la deshumanización pasa por comenzar a cambiarnos a nosotros mismos, a un entorno a nuestro alrededor. Vive la realidad del presente. Socializate y entiende las diferencias conceptuales de los demás, no puedes intentar imponer tu modelo de sociedad libre a todos los demás, a no ser que esta libertad sea un falaz autoritarismo.
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El observador. La idea del observador como historia a la que poder recurrir para rememorar el tiempo y los debates pasados, como síntesis y análisis me parece muy útil. De hecho las aportaciones de nuestro observador han conseguido sacar las pocas ideas comunes vistas en nuestra discusión y ha generado ideas que me han parecido interesantes, entre ellas el título de esta entrada. Es similar a la cuestión de la toma de actas en toda reunión para no perder el horizonte y poder recordar los argumentos a favor y en contra de cada situación, pero con el valor de síntesis razonada, que genera una plusvalía en las actas tomadas.

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